Great show
Me encajo dos capsulas de
dorixina. Me calzo mi jean negro, la campera de pana marrón y las botas Dr
Martens que me había prestado mi novia. Por la casa suena una melodía de los
Beatles, Yesterday creo que era. Me asomo al balcón, no se había terminado el mundo.
Muestro mis dientes al sol naciente y enciendo un cigarrillo. En la mesa veo
que está el libro de Flaubert ´´La educación sentimental´´, lo agarro y lo
devuelvo a la biblioteca. Nada de desorden, hoy soy un hombre nuevo. Lavo los
platos sucios de anteayer, las copas con manchas secas de vino picado y pongo a
hacer un lavado de ropa clara. El aleatorio de Spotify ahora hace que esta
escena mañanera de cuidado hogareño sea musicalizada por ´´Semi Suite´´ de Tom
Waits. Me doy cuenta que no quedaba casi jabón liquido así que decido olvidarme
de mis tareas, barrerlas bajo la alfombra y salir en busqueda de esi.
Me había mudado hace poco a
la calle Osorio, en pleno pocitos, por lo que buscar un bar decente conllevaba
caminar unas cuantas cuadras.
Encuentro un lugar que se
adaptaba a mis condiciones y entro por una puerta alta de vidrio con marco de
madera. Me siento justo detrás de un hombre corpulento y pelado. Su mesa estaba
decorada por tres faina, dos muzarellas y una coca cola de 600 ml. detrás mío
estaban sentadas dos señoras (octogenarias) bebiendo una cerveza que yo creo,
estaba bastante caliente. Supe que aquel señor corpulento se llamaba Esteban,
porque el de la barra lo llamo con un grito para preguntarle si quería el faina
que había pedido lo colocara sobre una muzarella como le gustaba a él comer la
segunda vuelta.
Apoyo mis manos en el
neutro clima de la mesa de carmica, no pienso en nada, hoy no estoy ni cruzado,
ni triste ni contento, simplemente respiro el frio aroma del ambiente y el
cálido sabor del café horrible de bar.
Cruza por la puerta un
flaco alto de unos 35 años con una avanzada pelada trepándole por la cabeza.
Una camisa azul y unos chupines rojos daban la pauta de su comportamiento. O
este loco siguió de largo o es un extravagante mal logrado, porque, uno puede
ser extravagante por naturaleza como Bowie o intentar serlo y fallar en el
intento, eso se nota en las personas. Al entrar me mira de reojo, le hago una
reverencia como anunciando un ´´buenos días´´ que no lograba salir de mis
labios, el corre su mirada y la deposita en las paredes cubiertas de matrículas
de autos.
-''Que se vaya a cagar este
payaso'', digo sin que me escuche.
Continúo tomando mi café y
comiendo mis dos bizcochos dulces. La noche anterior me había deslizado por
unos estados de enojo y asco alarmantes, aquellos que provocan un cansancio
desorbitante una vez abandonan el cuerpo. Intenté ver una película de Rohmer
para calmarme, pero no sirvió de nada. El tiempo me tendió su mano y con la
ayuda secundaria de las horas, la rabia adolescente se fue sin dejar rastro.
El pelado extravagante se
percata de aquel hombre corpulento que estaba sentado delante mío. Tenía la
cabeza hundida en el diario, leyendo un artículo que hablaba de los consejos de
salarios. Olí una mirada de odio que a su vez se podía escuchar saliendo de los
cráteres del extravagante. No pude desarrollar una teoría al respecto cuando de
repente y sin anuncio previo, el pelado toma una botella de Jim Bean -que a
decir verdad jamás imagine que la vería ser estrellada en la cabeza de alguien,
y menos la del hombre corpulento sentado delante de mí- y procede a tomar
distancia adoptando una posición de pelea romana.
Las gotas de sangre
mezcladas con las pegajosas del whisky llegan a mi cara y no logro soltar una
puteada, me limpio con la manga de mi campera de pana y no pienso en nada.
Alejo mi silla de la mesa, pero no me paro, quiero estar en primera fila. El
hombre corpulento se levanta y toma por el respaldo una de las sillas de madera
color café con leche y se la parte en la espalda al pelado. Las astillas vuelan
para todos lados y yo me imagino el momento en cámara lenta acompañado de unos
violines y unos bombos que siguieran una melodía principal de guitarra suave y
desmesurada. El pelado cae de rodillas, suelta un grito inentendible y se
reincorpora rápidamente. Comienza una batalla que consistía en lanzarse los
objetos que estén a mano. Plato con restos de Faina, cuadros con marcos y
vidrios finos, controles remotos, tenedores y hasta creo que vi al hombre
corpulento lanzar un cuchillo Tramontina con la intención de dar final a la
batalla, proclamándose ganador. Las puteadas iban y venían, pero parecían
suaves contrastando aquella batalla física que estaba dando lugar. No llegaron
a los golpes, solo se tiraban cosas y luego intentaban esquivar aquello que el
otro había arrojado, se notaba el odio entre ellos, la furia y la desesperación
humana, y su vez, se notaba un aire infantil en aquello, como si estuviera
viendo una pelea de niños de jardinera por momentos.
-tendría que estar sonando
algún canto gregoriano que acompañe semejante escena de teatro, pienso mientras
no logro despegar mis ojos de aquellos hombres.
La sangre comienza a teñir
el piso blanco y negro con formas de charcos imperfectos, pero a su vez
hermosos, el chupín rojo del pelado estaba intacto, aunque su cara parecía
haber salido de un casting para una película de Tarantino. Todo esto dura
apenas unos minutos, antes que Néstor (el dueño del bar) empuje con fuerzas al
pelado en dirección a la puerta. Este atraviesa el vidrio y cae tendido en el
pedregullo frio de la vereda. Miro a mi alrededor y no se encontraba nadie más
además de mí. Calculo maso menos lo que tendría que pagar y dejo una propina
bastante importante como agradecimiento por el espectáculo presenciado y
atravieso con cuidado la puerta rota con miedo de pisar algún vidrio. Miro el
cielo, esta nublado y anuncia que caerá una profunda llovizna pronto con la
intención de lavar aquel desastre ocurrido puertas adentro, enciendo un cigarro,
acomodo mi garganta con un forzado carraspeo y comienzo a caminar, intentando
recordar que mierda era lo que tenía que ir a comprar.