Los dioses salvajes.

 

Es imposible dejar la emoción de lado. Se aproxima uno a la figura del cantante como quien se mueve imitando a un ave prehistórica en busca de alimento. Está de este viaje no se sale ileso.

Todos somos dioses salvajes. Todos podemos traer nuestros espíritus hasta abajo, si nos sentimos azules. Todos somos dioses salvajes, capaces de empujar el cielo una tras otra vez.

Vuelve a estar presente el lago. Ese lago que está en Wangaratta. Bajo un puente donde cruzaban autos, al costado de las vías. Visitado por Cave y sus amigos con sus biciletas. Y a pesar de haber dicho cosas no especialmente buenas respecto a ese lugar donde nació, Wangaratta, hoy en día se arrepiente y vuelve y lo recuerda con mucho cariño. Ese lago es un paisaje bastante significativo en la obra del australiano. Presente en Sad Waters (1986), aunque en un cover también en Muddy Waters (1986). Un paisaje al que vuelve Cave siempre a pesar de haber abandonado Australia como lugar de residencia hace 45 años.

Ese lago como parte fundamental del reino de la infancia, un reino distinto al planteado en Carnage su disco predecesor de 2021, el cual hablaba de otro reino, el del cielo. Y entonces es que se digna a recrear el reino de la tierra en Wild God, retornado a las raíces de lo vivo, de la piel.

Aterrizar en Wild God es comprender un proceso que comienza en 2016.

Skeleton Tree es un álbum austero. Metálico por donde se lo mire. Principalmente por los sintetizadores de Ellis y por la muerte, el abismo, impregnando las composiciones. Un disco desnudo, con la percusión que pareciese estar muteada, zigzagueando, entrando y saliendo del disco. Los coros finos como una lluvia repentina, un desahogo, teñidos por la pena en su estado de ebullición. Tras la muerte de Arthur, Nick partió a París, como cuenta en el libro Faith, Hope and Carnage, y no estuvo presente para su hijo Earl y su esposa Susie. Decía sentirse que caminaba contra el viento, completamente deprimido, tomando pastillas y jugando con un perro.

Ellis logra hacer sonar el llanto de una madre con su violín barato que compró en un mercado de pulgas. A través de este proceso, que pasa por Ghosteen (2019) Cave entona la sutileza. Aparta a un costado el desenfreno, la paranoia, que entintaron los discos del periodo tóxico que van desde el génesis de The Birthday Party hasta algunos vestigios que quedaron en No more shall we part (2001), sin mencionar aquel grupo explosivo que fue / es Grindermann. Agresión, lo lascivo, la violencia, eso supieron ser los Bad Seeds que poco a poco fueron abandonado el enfrentamiento con el público y sus conciertos comenzaron a ser ceremonias, desde la vestimenta encima del escenario hasta la actitud, mezcla rara entre arrogancia y respeto por las composiciones.





Wild God es distinto. Es el reflejo de todo lo que viene hablando Cave en los últimos años, tanto en los conocidos Red Hand Filles como en canales de tv. La reconciliación, la bocanada de aire al final del túnel. Transmutó su figura de aquel tipo con mal humor legendario, reacio a toda forma de exposición pública por una persona que abiertamente habla del duelo, de la muerte de su hijo Arthur quién falleció al caer de un acantilado en el 2015. También sufrió la muerte de otro de sus hijos, Jethro, pero de él no habla tanto ya que quién es la madre de Jethro se lo pidió y él respeta esa decisión. No terminó siendo un Jim Morrison o un mito alejado del ojo público, de su audiencia, sino todo lo contrario. Y es que se siente que estas figuras que anteriormente eran consideradas mitos, por haber muerto jóvenes o por un misticismo extraño que rodea la obra del autor, ha terminado. Se percibe una necesidad de que a los artistas se los sienta cercanos. Quizás eso sea por la globalización, por necesidades filosóficas del ser humano moderno de tener todo al alcance de la mano, del consumo enfático.

Se acercó a la gente y esto fue parte significativa en el proceso del duelo. Descubrió que aquello que dijo la que grabó el Horses sobre las personas y el poder que estas tenían era cierto. Innumerables muestras de afecto cimentaron el camino que luego transitó, en ese proceso. Hay anécdotas ilustrativas y todas se pueden leer si uno se atreve a navegar en esos archivos rojos. Entonces es que aparece el rol fundamental que jugaron los Red Hand Filles que a esta altura no son un secreto para nadie. En principio la idea era hacer un podcast, pero terminó siendo un ask me anything. Básicamente la gente manda sus preguntas y Nick Cave, desde su oficina, las lee todas y decide cuales responder. Las respuestas llegan al mail de todos aquellos quienes están suscriptos. En él, dialoga con personas las cuales sufrieron la misma situación de luto que él o similares. Habla sobre el arte, el misterio de las canciones y otros tantos temas que coquetean con la espiritualidad. Es entonces que esto nació de la necesidad. Ese acercamiento con el público.

Son varios y fueron varios los colaboradores de Cave si uno se para en la línea cronológica de los hechos. Durante los años en los que la fiesta de cumpleaños incendiaba locales de conciertos por toda Europa y los estados unidos, la guitarra de Rowland S. Howard chorreaba sangre. Luego Mick Harvey se puso el grupo al hombro. Pasaron por sus filas la leyenda de Blixa Bargeld pero abandonó el grupo tras la primera muestra de la intención que tenía Cave para con las malas semillas con The Boatmans Call (1997) un disco parcialmente de baladas lentas en los que Blixa se quejaba en cuanto a su participación, padeciendo las horas de estudio prácticamente sin tocar.  Vale la pena recomendar una charla que tienen Nick Cave y Mick Harvey, disponible en Youtube, a propósito del box set con B Sides y Rarities es decir muchas canciones que quedaron fuera de los discos de las malas semillas a lo largo de los años. Luego, Warren Ellis se convirtió en el acompañante, quién rema al costado del bote. Parte fundamental del mito, del personaje, se lo debe a sus colaboradores. Comprender, acercarse a este proceso es imposible sin tener en cuenta al muchacho de barba canosa, larga, que escribió un libro sobre el chicle de Nina Simone y tiene una fuerte preocupación por preservar ecosistemas en Australia, a los cuales les ha donado una cantidad significante de guita.

The First Born is dead (1985), Murder Ballads (1996), discos enteros en los que se dialoga pura y exclusivamente con la muerte. Cómo es entonces que se paró cuando la guadaña llegó, arrastrando su cataclismo directo a la alfombra del hogar.

Tampoco son nada nuevas las referencias bíblicas, la esperanza. Toda su obra se enmarca en un interés por la violencia y por la fé. Pero la religión era más un aspecto estético. Es decir, un interés por su imaginería. Mantenía vivo un temperamento religioso sin percibir la sensación de necesidad. Fue que esto cambió con la muerte de Arthur. A partir de entonces percibió un movimiento lento que lo llevó a una vida devota, algo que dice lo ayudó y mucho. Y se entiende esta conversión como un proceso natural en el ser humano. Comienza uno a buscar respuestas, a detener el ritmo rutinario y desinteresado muchas veces por lo superior, cuando a nuestra puerta aterriza una tragedia. Un torbellino con tanta fuerza que deja atrás solo el horror.

Además de los discos Skeleton Tree, Ghosteen y Carnage! (2021), Cave ocupó su tiempo, durante este proceso, en distintas expresiones artísticas. Hizo música para películas con Ellis, publicó el libro de conversaciones Faith, Hope and Carnage con el periodista Sean O’ Hagan, en el que reconstruye su vida, habla de las drogas, de Anita Lane, su proceso creativo, el duelo y la esperanza. Declaró que, al disponerse a crear el disco, allá por enero de 2023, hacía tres años que no escribía una canción simplemente por el hecho de que no tenía nada para decir. También se dedicó a esculpir figuras de cerámica que luego expuso en varias partes del mundo y algunas se pueden comprar , entre otras cosas bastante simpáticas que Cave hace con sus propias manos, a través de su tienda Cave Things.


Volviendo a Wild God, es una obra que repito se engloba en el marco de un proceso. Y ese proceso no es nada más ni nada menos que el duelo. Wild God es la experiencia, el dolor digerido. Se abraza de forma distinta que en los trabajos anteriores. Se habla de él con una sabiduría que solo el paso del tiempo puede darle a una persona. Aunque el rosarino haya dicho, en ese disco que lleva el nombre del cantante ese al que le cuesta mucho no gesticular en exceso, que la sabiduría llega cuando no nos sirve para nada. Se acerca a estas situaciones entendiendo que somos criaturas de la pérdida. Es parte fundamental de los engranajes gracias a los cuales nos movemos como seres humanos. Y más cuando uno tiene la desdicha, o el privilegio, de seguir estando vivo, soportando el malestrom de los años, las pérdidas que van aterrizando al costado de familiares, amigos. Y son aspectos que de alguna forma extraña le aportan sentido a la existencia, enriquecen de una forma que a primera escucha puede sonar siniestra pero no lo es en lo absoluto.

 Está claro que la figura, Cave como persona, evoluciona. Sigue siendo aquel lánguido muchacho que salía por las calles de Nueva York en medio de un tour para comprar heroína y que termina preso esperando a que Mick Harvey lo venga a rescatar, vendiendo cigarros a un dólar cada uno a los casi veinte compañeros de celda. Pero también es el señor que vivió repetidas veces la pérdida y sabe articular sobre el duelo de una forma tan brillante que miles y miles de personas las cuales han sufrido lo mismo, al fin y al cabo, lo que enaltece esta nueva etapa es que tarde o temprano a todos nos toca pasar por el mismo proceso, encuentran resguardo en su voz. Y es cierto que existen aquellos que abandonan a los Bad Seeds añorando un sonido que no volverán a encontrar, pero los que nos quedamos alrededor nos enriquecemos de tal manera que las palabras no podrían tocar el espíritu tal como lo hacen estas canciones. Nuevamente, y como redundancia, da igual, es imposible que la emoción no juegue un rol fundamental a la hora de escribir sobre Nick Cave and The Bad Seeds.

Las baterías vuelven a sonar, limpias. Un LP con la fuerza de una banda de rock and roll sin ser un disco de rock.

Frogs es el derrumbe de la fé. De todas las formas que pueden racionalizar el duelo y se entrega, despojado de todos sus ropajes, al dolor.

‘’Lord, kill me in the sunday rain’’

Es el primer instante del luto. La catástrofe, el primer buche. El agua se fija como un elemento inamovible que al narrador lo atrae. Esto puede que sea porque Cave vive ahora enfrente al mar o por su pasión por el nado. Pero se remonta como mencionamos al principio, a ese lago, esa infancia en la que las noches largas eran ajenas, extranjeras.





Un balance perfecto entre la balada emotiva y despojada de eufemismos ornamentados y demostraciones de alto vuelo tanto narrativo como poético. presentes en la obra. Se rastrea , esta capacidad, quizás más notablemente en el Boatmans Call pero también encontramos estas baladas de amor en The Good Son con The Ship song por ejemplo. Y ni hablar en Nocturama (2003) en el que ese Cave sincero, honesto y que vuelve a la raíz de la palabra , de la emoción más cristalina, se luce como nunca. Volviendo a ese disco que tiene al cuervo negro sentado al piano con una luz violeta que recuerda a Prince y cuatro niñas atentas a su movimientos, que se gestó mientras Cave vivía con su primer esposa y criaba a su primer hijo en Brasil, los coros gospel ya se venían usando desde The Good Son en 1994 y en presentaciones en vivo. Un elemento que en este caso se utilizó de manera diferente, en vez de para aportarle tristeza para agregarle fuerza y emoción. Los coros de Warren Ellis ya eran conmovedores en Skeleton Tree pero vuelven a impactar, directo al pecho, dejando un sabor distinto al ya conocido.

Joy es la voz abierta, la religión total. Una ayuda omnipresente que pone los pies fríos en una cama prendida fuego. Trayendo con ella la piedad, misericordia. Estampando el fin a la hora del dolor, trayendo alegría. O dicha.

En Final Rescue Attempt la raíz de la canción de amor se mueve como el flujo del agua, en su vals lento y de contención agazapada. Aquella canción de amor de la que tanto habló, trató y quiso acercarse a lo largo de su carrera que ya cuenta con más de veinte albums grabados entre distintos proyectos. El vínculo con Susie, su esposa hace veinticinco años, está tiznado por el amor y la muerte. Dos valores inquebrantables que estrechan un vínculo como lo puede hacer lo inimaginable. Y mientras eso acontece, Conversion, al igual que la canción que da nombre al disco, Cave se va en el fraseo largo. El Cave narrativo, en su esencia más pura. El creador de historias.No solo el de Abattoir Blues (2007), también el de The Mercy Seat (1988) canción que cantó alguna vez con su héroe, Johnny Cash. Se entiende como una victoria. Podría haber sido más fácil volverse otra vez un yonqui, abrazarse a todas esas cosas que lo abstrayeron y destruyeron durante varias décadas. Pero ya no era un joven insolente, tenía que estar presente para su esposa y sus hijos. Tenía responsabilidades. Comprendió y encaró la pesadumbre. Entendió que el duelo de una madre es distinto al de un padre . El calibre del dolor era de distintas magnitudes. No se trataba solo de él. Había un chico joven que había muerto, una madre que lo lloraba y se encerraba en un pozo negro. No podía escoger la salida fácil, el silencio del abismo.

Aparece esa persona que se reconcilia y se siente en paz con ese ‘’old god’’ hasta que el dolor más ordinario no se siente más, una frase que aparece también en Final Rescue Attempt. Danzando con una docena de vampiros blancos bajo una luna de frutilla.

Si el fraseo largo y las historias son la insignia de Cave, aunque este haya declarado en el documental One More Time With Feeling la pérdida de interés en este aspecto, en esta técnica por miedo a sonar repetitivo, acá emerge la otra cara del cantante. Rastreable en otros discos, por supuesto. Un Cave más honesto que a pesar de valerse de un valor poético desarrollado, no titubea y declara que el amor lo puede todo, que el amor no pide nada, pero cuesta todo. Rozando el cliché, lo pre masticado, pero en donde, aunque cueste y se discuta, reside la poesía pura. En lo universal.

Inspirada en el poema ‘’noche oscura del alma’’ de San Juan de la cruz, Long Dark Night es una balada, un sueño del que no se puede desprender. Una balada que va flotando, empujando el cielo espiritual como un polvo difícil de limpiar. La relación de nuevo, con la fé. La realización de una noche larga, enrollándose en los ojos, está llegando. Separada por momentos, instantes de explosión abraza que también es una característica muy propia de Cave. La figura de los caballos, al igual que el agua, recorre todo el disco y ese proceso del que hablamos. En Ghosteen está hasta en el título de una canción, Bright Horses. Elementos bíblicos, al igual que el agua, en los que Cave se ampara para crear composiciones que dentro del álbum son explícitamente religiosas.

O Wow O Wow (How Wonderful She Is) es la calzada más pop, incluso con la utilización de un Talk Box y beatbox filtrado por EQS y demás plugins. Un título y una canción que nace de la fascinación por la simetría ortográfica de O Wow How. La canción se gesta, pero no se busca hablar de nadie o de nada, declara Cave. Pero va tomando forma y luego se comprende su finalidad , su destino. Es una canción para Anita Lane, quién fue su pareja durante los años formativos, durante The Birthday Party y la primera etapa de los Bad Seeds. Es uno de los puntos más altos del disco cuando entra ese mensaje grabado durante una conversación en 2019. En ese mensaje, inocente, Anita recuerda los años que ya no están en los que no importaba absolutamente más nada que la creación, en los que vivían al costado de la cárcel de Brixton. Recuerda como hicieron From Her To Eternity tirados en una cama. De su contrato de amor el cual sólo llegaron a escribir el borde sin nada en su interior. Todo lo que no está más, todo lo que sigue existiendo. Un momento hermoso. En el que desliza lo increíble que ella era para volver esa sensación al presente, diciendo lo que increíble que ella es, avivando el fuego recalcando esa idea de la que se habló hasta el cansancio respecto a la muerte y al olvido.

El sonido es de una energía inconmensurable. Una declaración de amor por los que no están y por los que siguen habitando este mundo. Nick Cave se convirtió recientemente en abuelo. La vida bañándose de una luz dorada, esa luz dorada que se menciona en Song Of The Lake, la primera canción del disco.



Grabado entre los estudios Soundrtee en Londres, el estudio Miraval en el sur de Francia precisamente en la ciudad de Provenza y Nueva York cuenta nuevamente con la presencia íntegra de los Bad Seeds. Jim Sclavunos en la percusión y en los coros, Thomas Wydler en batería, Martyn Casey en bajo, George Vjestica en guitarras acústicas y eléctricas y Carly Paradis en ‘’silbido’’. Cuenta con la producción de Ellis y Cave y un desfile variopinto de colaboradores como Luis Alma quién ocupa su tiempo principalmente componiendo música para películas y juega como una presencia fuerte en este compilado de videos que se liberaron en Youtube a modo de documental sobre el proceso del disco, Colin Greenwod, el bajista de Radiohead, quién estuvo de gira con Cave en una serie de conciertos en los que se presentaban en piano y bajo, los dos solos, en conjunto.

En la primera instancia de gestación, Cave y Ellis buscaron repetir la fórmula de encerrarse con sus sintetizadores y pianos, pero rápidamente percibieron la cola de la repetición agitándose en la puerta del estudio y desestimaron ese método de composición. Lo mezcló David Fridmann, quién supo ser colaborador de los Flaming Lips.

Primó el happening, el deseo de no cranear un disco sobreproducido. Las versiones de las canciones quedaron viscerales, por eso el minimalismo de su tapa, explica Cave en entrevista para Página 12.

Una obra que remueve. Como a un fumador que lo mandan a nadar y siente en su pecho el alquitrán bailando en el pecho. Que nos recuerda que todos somos dioses salvajes. Que de manera extraña nos une a todos. Y de esto se encarga Cave en las presentaciones en vivo, de recordarnos que el estar vivos es debido a la imposibilidad, a un milagro incomprensible. Que el amor prevalece por sobre todas las cuestiones, diferencias y elecciones y caminos estéticos. Y esto es algo sobre lo que no se puede ser articulado sino simplemente honesto. Es debido a la posibilidad de mostrarnos vulnerables, con la carne viva, en esencia. Nos recuerda que lo más puro, lo que no pide nada y cuesta absolutamente todo, incluso parte de nuestras vidas, es el amor.

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