Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
‘’Pregunta si quiero algo más
yo quiero todo el tiempo
pero me voy
ya me voy
ya me fui.’’
Gonzalo Curbelo.
Ante los ojos de Dios era Gonzalo Ramírez (así lo bautizaron en la parroquia Nuestra Señora del Huerto y San José debido a una confusión del cura), en su cédula de identidad marcaba que su nombre real era Gonzalo Curbelo, pero muchos, por no decir todos, lo conocíamos simplemente como Tussi. O Benito, o la mente maestra detrás de los posteos rebosantes de humor lacónico e inteligente que aparecían en el blog ‘’Fuck You, Tiger’’ , ‘’Dragon Lieder’’ y posteriormente en su cuenta de Instagram. O simplemente por ser el cantante de La Hermana Menor. Nació el 28 de junio de 1969 en el Impasa, barrio de Parque Batlle y falleció el pasado 22 de febrero de 2024 en el barrio de Parque Rodó.
Sale de su casa en la calle Gonzalo Ramírez, en un principio a pie, acompañado de su perro Santino y más tarde en una bici. Su tatuaje de Neubauten, gorra y lentes de sol. En la puerta, esquiva los restos de comida, botellas rotas de ‘’los cada vez más numerosos y tétricos desposeídos del barrio’’. Aparta algunas remeras y buzos descartados a la carrera por los muchachos para hacerse menos reconocibles luego de cometer un delito. Baja por la calle del hotel, entre Confucio y el busto de Perón. Sigue, contra la ciudad, desde la rambla sur hasta la escollera que, como dice Alicia Migdal, es el fin del mundo. En sus auriculares suena algo de Franco Battiato, mientras llega a donde muere, en bajada, la breve calle La Cumparsita. Le toma una foto a un oso tanguero que descansa, con los ojos vidriosos mirando el Río de la Plata, sobre el poste de un cartel de ceda el paso. Se apena por las fuentes secas y las presencias de firmas de vándalos en el monumento a Vicente Muñiz Arroyo, diplomático mexicano y decide que el mismo será quien los limpie. Mira las luces desgastadas y amarillentas de la rambla. Vigila el puerto. Observa todo.
Gonzalo ‘’Tussi’’ Curbelo se inició en el punk con su grupo Guerrilla Urbana. Una agrupación formada en el año 86 entre los barrios de Pocitos y Parque Rodó y que solo tuvo seis meses de vida. El promedio de edad era de 16 años y fueron la primera banda de Hardcore uruguaya. Empujados por la voz del Tussi , sus letras y el característico pedal Flanger, ganaron el premio revelación del primer Montevideo Rock, entregado por Juan José Elizalde (sucesor de Aquiles Lanza) otorgándoles la oportunidad de grabar dos canciones que aparecen en el compilado ‘’Rock 3’’. Se presentaron en el Velódromo en una participación recordada más por los objetos que se arrojaron al escenario y el bullicio de la gente que por la actuación en sí misma.
Escribió primero en la revista subterránea GAS, luego también en la sección de espectáculos de Posdata. En 1992 ganó un premio por su poemario ‘’Animales Atropellados’’ que nunca publicó, aunque está la divertida anécdota de en qué y cómo se gastaron la guita del premio en una – o una seguidilla de varias que forman inevitablemente una larga y sola- noche, narrada por Gabriel Lagos en La Diaria. Fueron, juntos, los primeros editores de La diaria cultural. El Tussi demostró en esas columnas ser un eximio en el arte de la crítica literaria, musical y cinematográfica. Un grafómano inalcanzable. Eventual colaborador de medios como Brecha, El observador , Amantes del Cine, entre otros. Autor del libro Prontuario de comediantes (Criatura editora) concebido en sus columnas publicadas en La Diaria. Las obsesiones del Tussi no tenían límites. Un conocedor de una basta cantidad de temas que te permitían, según cuentan sus amigos más cercanos, charlar con él sobre la lealtad, el último libro de Mark Fisher, el especial de comedia de Theo Von y el urbanismo mediocre de Montevideo. Así como compartir un silencio que decía tanto, divagar sobre las intenciones de Ballard, la postura política de Ricardo Iorio, la genialidad de Todd Haynes y la capacidad empresarial de Warhol. Era ‘’él el más brillante de la comarca’’, leí que alguien publicó en las redes.
Un escritor que cuando le preguntaban si se sentía parte de una escuela él afirmaba heredar todo de la escuela de Jaime. Una faceta descriptiva de lugares y ubicaciones geográficas fácilmente reconocibles que caracterizaron el estilo de La Hermana Menor, banda que formó a mediados de los 90 (algunos dicen que 1992 exactamente) junto a Nacho Durán, también miembro de Guerrilla Urbana. El Tussi no pretendía seguir haciendo música, ni seguir con el grupo ni crear otro nuevo, pero, su amistad con Durán lo llevó a seguir componiendo canciones en conjunto, aunque ese deseo de no seguir con la música lo atormentaba al punto de decidir no ser el vocalista de la banda en las primeras presentaciones en vivo. En los primeros ensayos, el grupo fue bautizado como Cosecha Roja, con la intención de que la banda cargue, junto a su nombre, un estilo noir, como esas novelas de Patricia Highsmith. En sus filas, La Hermana Menor vio pasar lo mejor de la música uruguaya post dictadura año tras año, en sus cuatro discos de estudio y en el sinfín de presentaciones en pubs y bares extintos que supieron ser bastiones culturales para una generación entera. Este constante cambio de formación quizás sea una concepción popular, lo cierto es que hay tres fácilmente reconocibles: La que estuvo en actividad desde mediados de los 90s, la que grabó en 2003 el disco Ex y la que estaba activa hasta la fecha -entre idas y venidas-
Lideró entonces La Hermana menor, bautizada así por una novela de Raymond Chandler, y con ellos grabó Ex (2003), Todos estos cables rojos (2007), Canarios (2010), y Todas las películas son de terror (2013). Fue con la ayuda de ese conjunto que exploró aún más sus capacidades compositivas, luchando contra el prejuicio que carga la palabra pop afirmando que su banda sí lo era. Retratando en menos de cuatro minutos el espíritu de su barrio que lo vio crecer y morir, Parque Rodó, viajes a la pedrera, las excusas que uno da en el lobby del casino mientras le caen gotas de sangre que impactan en la moquette. Un jugador que le rompía el orto a Mallarmé con su rifle sanitario inútil ya sea mientras ve a Elvis por Gorlero o charla con los enanos del jardín en el tránsito de la humedad, esquivando lo que Julia al oído le decía estorbando el hermoso Ray Ban’s blues que suena desde el memorial en el Cerro mientras piensa, derrotado, que no es bueno para demostrar amor. Un grupo que prestaba atención tanto a sus letras como a las texturas de sus guitarras. El Tussi, como frontman de la banda, no era hipnotizante ni cargaba con una cualidad que lo diferenciara del resto. Se limitaba a estar parado, estático, con la boca clavada en el micrófono y sus manos en los bolsillos. Algunos se quejaban de que articulaba poco y que no se le entendía un carajo.
En 1998 llegó a ver a Mr. Lou Reed en la Factory, donde una chica latinoamericana que había conocido esa noche le tomó una foto que según él comenta, está haciendo la pose del escritor – pera apoyada en la mano, cigarrillo en la misma, mirada de pensativo cero bola-. Estuvo en Israel como corresponsal para cubrir un evento importante de danza. Viajó a Buenos Aires para ver a, the one and only, Bruce Springsteen. Se conmovió con Cabrera en el Solís. Su poema favorito era aquel de Pavese que habla sobre la muerte y como esta tendrá tus ojos. Teloneo, junto a La Hermana Menor, a Sonic Youth en el teatro de verano y a Mark Lanegan en La Trastienda. Fue desde Montevideo en lo que dicen era ‘’un ómnibus cómodo’’ junto a par de amigos para ir a ver a Dylan en Punta del Este, recorrido que quedó registrado y se puede encontrar si se hace un rastreo metódico en el espacio desvirtualizado de YouTube: Las andanzas del galgo y el Tussi en el Conrad, jugándole al negro, o quizás al rojo, uno vestido de blanco como si fuese un heladero y el otro completamente de negro. Conoció a Lyndon aquella noche que estuvo presente en un bar de pocitos y todos los artistas de la vuelta se acercaron hasta ahí para poder, por lo menos, cruzar dos palabras, sacarse una foto o beber un trago con el verdadero héroe punk. Hablaba sobre las claves de candombe y los arreglos a lo New Order que quiso mezclar en una canción inédita presentada en La Cretina hace quizás un año o dos, un recital que brindó acompañado de amigos y compañeros de carretera. Mencionaba el humor y el gusto por Johnny Cash de su padre en repetidas ocasiones, quién murió cuando Curbelo era tan solo un niño, dejando un recuerdo borroso en su mente.
La Hermana Menor mantuvo así su ritmo, algo extenuante, algo vago. Tuvieron un receso a principios de la década de los 10’s que fue principalmente por el agotamiento del Tussi. Pero nunca se disolvieron. En esos interines, todos se mantenían en carrera, es decir, activos musicalmente, hasta que de repente pintaba la vuelta y tocaban en el Bluzz o en un espacio similar. Y lograron así, que la sensación generalizada sea que esa era la dinámica de la banda, adoptando una presencia casi que fantasmal. Volvían, pero no entraban en algún circuito de bandas populares o impopulares porque simplemente podían pasar mucho tiempo sin tocar. Son, aunque pese la ambigüedad del término, una banda de culto. Lograron un grado de influencia que alcanzó a muchas bandas más chicas autodenominadas indies. Nunca perdieron ese público minoritario del que hablaba el Tussi en varias entrevistas, sino que iban ganando adeptos a pesar de sus intermitentes apariciones en los escenarios gracias a la globalización, el internet, el que su música esté al alcance de la mano en las plataformas. Y, por supuesto, el boca a boca, la mejor promoción que puede existir para un grupo. Y es que en principio sí, compartían un espacio de lujo dentro de la escena underground uruguaya. Cuando la aparición de bares como Amarillo, Juntacadáveres, Buenos Muchachos, La Hermana Menor, Chicos Eléctricos y algunos dicen que Cross, eran los locales en aquellos bares.
No sé, desconfío de mis palabras, ¿está bien que escriba un perfil sobre él? Charlamos solo cuatro o cinco veces, pero lo suficiente como para saber que si llegara a ver esto se reiría y se burlaría con tanta altura que no me daría ni para enojarme. Sin embargo sigo, tratando de cumplir la tarea ante su ojo clínico. Osea, lo que siento genuinamente es que tengo miedo que mis palabras no le hagan justicia a semejante figura. Al momento de su desaparición física, ¿Sabía el legado que estaba dejando? Su influencia se ve en esa generación sónica que lideró Alucinaciones en familia y Carmen Sandiego hasta la actual, resonando en bandas que recorren el circuito de bares underground actuales como el Andrómeda, el Cold, el Clash, Ducon y otros tantos. No lo sé. Espero que haya llegado a saberlo, espero que todo lo que escribió en sus blogs se vea recopilado en formato papel junto a los posteos de Instagram. Que se edite de una puta vez ese poemario ‘’Animales Atropellados’’ que ciegamente confío estará impregnado de una agudeza y un filo poético abrumador, como en sus canciones. Estoy en un asado, compartiendo con mucha gente, y siento la necesidad de salir corriendo a corregir estas palabras austeras. Carolina Bello comentaba, en una publicación, que ella, al igual que muchos, sentía la necesidad de escribir luego de leerlo a él.
Cuando cumplí 19 años estaba trabajando como mozo en La Ronda, ese bar donde desfilaban escritores, músicos y cineastas a diario, no importaba que fuera martes o sábado. Bar ubicado en la calle Ciudadela, a los pies de la rambla. Cerca de la calle Camacuá, donde vivió Lautréamont. Bar visitado por Cerati, frecuentado por Cabrera y Darnauchans, por Black Francis. Bar que fue el refugio de muchos artistas homesick y que iban hasta allí para encontrarse a alguien o algo. Bar que compartía calle con el mítico Santa Catalina -que reabrió hace poco luego de que unos cuantos pujaran para intentar comprar la llave millonaria-. Bar que se rumoreaba había comprado Dylan. Bar con una decoración interesante; sus paredes están cubiertas por afiches con las caras de los emblemas del rock and roll, libros increíbles y un dvd con uno de los bootlegs de Dylan. Bar que se presume tiene la mejor selección musical de toda la parte sur de Montevideo. Bar que supo estar al lado de Queruza Records. Bar que tiene una tablita de madera en sus baños. Bar de los famosos masticables. Bar donde las voces de Iggy Pop, Leonard Cohen, los punteos de Silver Jews y los acordes de Lou Reed conviven con la voz de Nico, Hope Sandoval y la de Mick Jagger en perfecta armonía. La primera vez llegó con su bicicleta, su campera militar con parches alemanes en las mangas, lentes oscuros, gorra y unos pequeños auriculares de esos acolchonados. La ató a un flaco árbol y se zambulló en la mesa 8, la que me comentaban era ‘’su mesa’’. Afuera a la derecha. Dos mesas redondas de madera, dos bancos preciosos oscuros y bajos, únicos en su especie. Solo, se batió entre dejarse puestos los auriculares o rendirse a la selección musical que yo había curado para aquella tarde, con el permiso de Pablo, uno de los dueños. Creo que era una canción de Nine Inch Nails la que sonaba, o algo de Neil Young, no me acuerdo. Me acerqué y lo saludé. Le pregunté qué iba a tomar y nada más. Me intimidó su acento calamaresco, mezcla rara entre río platense y europeo y entonces no le hablé como fan sino como mozo. Decidió ponerse los auriculares. Escuchaba algo de Caetano Veloso. Luego, en sus próximas y habituales visitas al bar sí, me animé y tuvimos breves pero nutridos intercambios mientras yo cargaba con 3 Famous Grouse que iban a la mesa 7. Las recuerdo con cariño. Nico Barcia (miembro de Chicos Eléctricos, Hotel Paradise) decía que el fallecimiento del Tussi era una putada imbancable, que él estaba tan fino de mente y de cuerpo. Una persona que sufrió un infarto hace unos cuantos años y que pudo lograr una extensión de vida gracias a que su can, Santino fallecido en agosto de 2023, lo despertó a tiempo logrando así que pueda conseguir asistencia médica. Estuvo hospitalizado y decidió que era hora de dejar de pasearse entre las mesas. Hacía ejercicio y yoga, se cuidaba un montón, lo veíamos nosotros gracias a las fotos que subía de sus eternas caminatas por la rambla, riéndose de los derrapes de Irene Moreira , explayando su emoción por la llegada de The Cure a Montevideo, divagando sobre una estampita de San Jorge que le obsequió una anciana o su descubrimiento de la música de Suzanne Vega.
Se consideraba a sí mismo, además de un heredero de la escuela lírica y visual de Jaime, como dije anteriormente, una persona con más formación literaria que musical. Letras que eran creadas luego de tener cimentada la melodía principal, es decir, la música. Eso no quita que su melomanía tuviera cierto protagonismo o influencia en las composiciones, tal como también podía serlo el cine de terror, al cual le rendía pleitesía y mantenía una devoción inusual. Un farol del rock post dictadura, que siempre intentó romper con los matices y así adoptar una posición única inherente a su persona. Sin embargo, no quedó tiznado por su carga generacional, sino que siempre logró salirse por la tangente y generó así un corpus creativo que, no me canso de pensar ni de decir, se sostiene por su genialidad y originalidad. Con extremada lucidez, María José Santacreu en su obituario del Tussi, habla sobre esa misma generación a la cual de un ‘’plumazo’’ se les cruzaron las influencias de Viglietti, Los Olimareños -agrego a Mateo y a Darnauchans- con el descubrimiento de la libertad y la experimentación de la Velvet Underground. También recuerda el genial obituario del que participaron Curbelo, Sclavo, Darnauchans entre otros al respecto de la muerte de don William Burroughs, para la revista Posdata. Esas cualidades disruptivas se pueden pensar están atávicas a su persona, un tipo que ostentaba una mirada ausente pero que estaba en un constante estado de alerta, observando el paisaje y su gente, saboreando lo que en principio le enseñó a temblar. Y así entonces sus canciones son un espejo o un reflejo. Y también son una pintura en movimiento y una declaración y un trazo de experiencias autobiográficas. Una visión elegante y delicada, una voz dulce y frágil de la que poco se habla. Pero también terminan siendo todo y a la vez una nada que está esperando a ser descubierta. Pregunto, ¿Fue uno de los mejores letristas que tuvo este país?
Es una característica Snob la de querer pertenecer a un grupo cerrado. Algo que él entendía y mantenía. Decía que quizás él también lo era un poco por que una acción que lo define es la de estar buscando todo el tiempo un estímulo nuevo y eso es algo completamente snob -al menos eso decía él en el documental Montevideo Unde.- Pero lo cierto es que una de las misiones y parte del legado del Tussi la conocemos todos, no hace falta desarrollarla tanto, y es su interés por difundir todo aquello que consumía a diario. No le interesaba guardar el nombre de un artista o de una banda para su goce individual y solitario, sino que lo compartía en sus blogs, columnas y charlas. Compartía todos sus descubrimientos con los otros, con la gente. Cultivaba la curiosidad en tiempos donde reina lo efímero y lo insustancial. Insistía en la idea de que hasta finales de los años 80 la música más interesante era anglosajona pero que, pasado ese periodo, había que indagar en el rock japonés y en el noruego para expandir los horizontes propios. Y bueno, puede que además de snob sea un tanto pretenciosa esa declaración pero esa pretensión -definición o adjetivo si se quiere- al igual que la envidia y el rencor, se huelen en una persona y al Tussi claramente le chupaban un huevo todas esas barreras imaginarias que al fin y al cabo nos planteamos nosotros mismos como escudo ante la mirada ajena. Me gusta una banda de rock finlandesa, ¿te parece un gusto pretencioso? chupame los dos huevos.
En marzo, el día uno, se espera el single de su primer y único disco solista, bajo el sello Little Butterfly. Disco que gestó totalmente dominado por el entusiasmo. Dicen que ya estaba componiendo canciones para un futuro segundo disco solista, intención que quedó lamentablemente truncada. ‘’En flicka, en flicka’’ el tema, promete ser todo un acontecimiento. Esperamos o más bien ponemos nuestros dedos en la cruz para que exista algún material también inédito de La Hermana Menor. Desde aquella mañana del 22 de febrero, día espeso en el que nos enteramos de su fallecimiento, las redes se inundaron de testimonios de personas que lo conocían, admiradores que compartían fotos de el en sus perfiles y solo podemos pensar en lo que decía el Tussi en una de sus últimas publicaciones en Instagram: ‘’En aquel tiempo – y hasta no hace tantos años- era lo que hacías cuando alguien cercano moría; pagabas un pequeño espacio en uno u otro diario, anunciando el fallecimiento y la solidaridad al respecto. Hoy subimos un estado o una foto a alguna red, es casi lo mismo. Dicen., sólo que mucho más fácil y barato.’’
Queda un hueco, imposible de rellenar, en la escena cultural montevideana. Y esto que digo lo logra un tipo que no se caracterizaba por ser extremadamente prolífico, pero a la vez sí. Una sensación de que su obra es inmensa queda al enterarse que llevaba adelante más de un blog a la vez y entrar en ellos es entrar en un universo que te obliga a reflexionar, a cagarte de risa y a explorar bandas de metal noruego. ¿Cómo se construye una persona así? ¿Cómo una persona logra despertar el interés, contagiar su curiosidad por el arte como lo hacía él? ¿Cuántos conocieron a Legiao Urbana, Neutral Milk Hotel y a Bruce Cockburn por él? Felipe Reyes, en el programa de Galgo Mundo dedicado a la memoria de su amigo, desea que las big White clouds lo abracen y que pueda escuchar todos los lados B de Marrilion, que suene Waltzing Matilda versionada por los Pogues y que esos cloudy shoes lo lleven a todas partes; los satélites del amor y que pueda dar un paseo por ese wild side donde las collage girls cantan.
Su corazón queda. Al igual que sus palabras, sus canciones y su canto, que como siempre, que como todos, desembocan en el mar.