La Música Prohibida
Las biografías de músicos de rock suelen deslindarse de cualquier esteticismo narrativo, enganches, climas y estructuras preestablecidas. Se amparan en las líneas temporales, narran infancias, adolescencias y posteriores primeros coqueteos con la música. Luego las inminentes drogadicciones, intentos de autoeliminación, recuperación e iluminación. Todo esto mientras nos llevan de la mano por situaciones insólitas, cinematográficas.
La música prohibida está empapada de tragedia.
Cuarenta y dos capítulos que invierten el tablero y nos demuestra que la
grafomanía puede alcanzar cumbres interesantes. Son casi ochocientas páginas.
En ellas Javier Pérez Corcobado, que recientemente visitó nuestra tierra y dio
dos formidables conciertos en La Cretina y en Bluzz Bar, nos lleva de la mano
(o del pescuezo) por una carrera de cuarenta años, a cumplir en dos mil veinticinco,
a la cual no le falta nada.
Si hay algo que por lo menos a mi me resulta interesante, lo suficiente como para pagar y meterme de lleno en un libro que es un tanto monstruoso en cuanto a su cantidad de páginas, son las historias de ciertos cantantes o personas vinculadas al mundo artístico que nunca alcanzaron el mainstream. Cada cierto tiempo vuelvo a las páginas de Sing backwards and weep, la biografía de Mark Lanegan, un tipo que tuvo sus coqueteos con la masividad pero que se quedó agazapado. Producto quizás de su vertiginosa afección con las drogas. La música prohibida entra perfectamente en esa categoría. Javier Corcobado es un rey de las minorías, tal como se autodefine la performer Marina Abramovic.
Narrada en tercera persona, con saltos temporales que la vuelven sumamente atractiva, se inicia con un capítulo titulado Sandra. Sandra siendo el alter ego que utilizó Corcobado para acercarse a la experiencia femenina en pos de auto habilitarse a escribir otro tipo de canciones con una aproximación mucho más femenina y sensible.
Cuatrocientosveintinueve Engaños como primer grupo de rock, el skate y los patrocinios, las pajas, las primeras experiencias sexuales, la heroína en Madrid, Mar Otra Vez, Demonios tus ojos, su vida en el DF, las internaciones, las rehabilitaciones, encuentros amenos con psiquiatras, la música, el ruido y la disonancia.
Su pasaje por el DF tiene sus instantes
coloridos. El cantante, recién llegado de España tras haber renunciado a las drogas,
parcialmente, y a la música, se encontraba en A Coruña desempeñándose primero
vendiendo ocho tomos sobre la historia de Galicia a señoras mayores, y luego
como fotógrafo. Para este último lo contrataron para que tomara cerca de
treinta y dos mil fotografías de todos los lugares de A Coruña. Bueno, llegó a
México y todos le decían que su público había crecido un chingo y esto
se debía a que sus discos se vendían piratas en los mercadillos. Corcobado no
podía creer lo que le decían, y pudo comprobarlo en el primer recital que dio
en una sala en la que entraban setecientas personas y terminaron entrando más
de mil haciendo portazo, colándose, mejor dicho. El caso reinó al igual
que la violencia, los desmayos y los robos. Todo esto se narra a través de la
entrada en el diario que llevaba cuidadosamente en la maleta el cantante.
Los arcángeles están presentes como, por
supuesto, presencias omnipresentes que acompañan al protagonista en todas sus
complicaciones y momentos de jolgorio. Incluso llega a escribir una lista, con
una Parker y con sangre, de las intervenciones que estos seres tuvieron para
que el no muriera. Ellas son rastreables desde que era simplemente un feto y su
madre se hubiera caído desde el tranvía en Frankfurt, la primera borrachera a
los cinco años, innumerables atropellos no consumados, ingestiones masivas de drogas,
accidentes de coches (algunos son narrados al detalle como aquella brutal y
consciente colisión de frente con otro auto en el medio de la carretera),
intentos de suicidio que también son parte de otra lista larga y uno de las
últimas intervenciones fue cuando a Corcobado le dispararon sin previo aviso.
Es necesario renacer de nuevo. Gracias, mis arcángeles de la guarda, Gabriela y
Miguel. Firma la nota.
Es la segunda novela de Javier Corcobado,
siendo la primera El amor no está en el tiempo (2005). A su vez cuenta con
varios poemarios publicados como El sudor de la pistola 13 (1996), Cartas a una
revista pornográfica viuda (2009), entre otros. Escrita entre mayo de 2020 y
febrero de 2023, La Música prohibida comenzó siendo una novela de ciencia
ficción. Corcobado le avocó mucho tiempo, producto de la pandemia y consecuente
paralización de todas las actividades, y lentamente fue viendo que muchas de
las escenas que se le iban colando en el texto eran pura y exclusivamente
autobiográficas. Es entonces que decide guardar el manojo y ponerse de una vez
por todas a escribir sus memorias. Y en ellas encontramos prácticamente de
todo. Es decir, coexisten todos los ingredientes necesarios para volver a un
libro atractivo. Cadencia, ritmo, situaciones vertiginosas, personajes
entrañables y una prosa que fluctúa entre lo simplista y seco de Alessandro
Baricco y la prosa poética magistral de Nabokov, Céline, Auster. Autores que
figuran en la última página, en la sección de agradecimientos.
Podríamos adecuar el título y llamarlo La muerte prohibida, tal como la nombra José, el padre de Corcobado. José padecía una innumerable cantidad de afecciones que lo llevaron a una muerte un tanto tardía, tras padecer de Alzheimer, caídas entre otras. El día de su fallecimiento, ya hechos los trámites en el tanatorio, Javier ubica a su padre reencarnado en una mosca, y mantienen un intercambio bastante simpático de palabras y zumbidos. En esa conversación, el padre tras plantarse en el bosque de pelo del antebrazo derecho, le vuelve a decir algo a Corcobado que este sabia: el no era humano, es un serafín, un ángel que es capaz de transportar, transmitir y guardar en secreto la luz de Dios. Por eso no ha muerto, por eso cada vez que Javier quería que la muerte lo abrazara esta se volvía prohibida para el, el nunca iba a ser de la muerte, la muerte iba a ser suya. Luego le recuerda que aquellos arcángeles suyos que conoció en Zúrich, Gabriela y Miguel, siempre lo han protegido, nunca lo habían descuidado por más que se haya intentado escabullir.
Resulta interesante el juego entre ficción y biografía con el cual se va desenvolviendo a lo largo de las casi ochocientas páginas. Dividido en capítulos dispares, algunos titulados con los nombres de las bandas en las que participó y por ende narrando el momento exacto de su vida. Todo con lujo de detalle. Deteniéndose en las atmosferas, en los nombres, actitudes y aromas. A la par que mantenía una galopante adicción al caballo, al alcohol y a cualquier barbitúrico. Demás está decir que son drogas que joden con tu mente y que lo han llevado no solo a estar maldecido por sobredosis espontaneas en medio de la calle sino también a estar internado, a ser cuidado por sus padres una vez ya adulto, con todo lo que eso conlleva.
Se permite ahondar en sus ambiciones
ruidistas, en los primeros coqueteos con lo que ahora llamamos ‘’industrial’’.
Mientras hacía la mili en Tenerife estudiando y trabajando como cabo topógrafo , los que hacían los mapas, una noche se encerró en un baño con la novia
de turno y decidieron hacer un experimento. Compraron muchas botellas de vino,
que bebían casi que de un trago y es que a pesar de ser un tipo mas bien bajo
tiene un aguante de la puta madre, y luego Javier las estrellaba contra el piso
dándole la orden a la muchacha que tras el estruendo gritara como si la
estuvieran matando. Grabaron todo en la cara A de una cinta de 45 minutos.
Luego llenaron la bañera de agua, hicieron el amor sobre el colchón de vidrios
mezclando sus fluidos y su sangre, y se echaron a dormir navegando en el agua estancada.
Una autobiografía novelada que se disfruta y
se despega de una literatura espesa, tediosa y subyugante. Aquella de
florituras baratas, eludibles y que se ampara en el territorio maleable y
ultrajado de la ‘’buena literatura’’. Se consigue en todas las librerías, distribuye
Escaramuza, ronda los $1890 y si bien es un libro caro, vale la pena. O no sé,
si alguien quiere hacerse de uno que espere a que una de estas librerías ponga
descuentos y listo, ja.
Dios perdona a satanás es un poemario de Javier
y gracias a la providencia no solo tuve el placer de entrevistarlo brevemente
para LatidoBeat sino que también pudimos darnos un abrazo y conversar. Estuvimos
en Galgo mundo, aquel programa que reúne historias de carreteras y va en ocho
ruedas recorriendo un bus musical y que conduce Felipe Reyes. Volviendo al
libro, amablemente mientras enrolaba un tabaco Winston y hacía un chiste sobre
Rod Stewart me lo firmó y en ella se lee: Salud, amor y libertad.