Hoy soñé que asesinaban a Dolina.
Era un martes, temprano. Había una niebla indecorosa que no permitía respirar del todo bien. Yo caminaba, a ritmo cansado por CABA. Esa misma mañana, la muerte soñada de Dolina había atestado mis entrañas.
Con diecisiete años conseguí mi primer trabajo. En un puesto en la feria de Tristan Narvaja. Trabajaba con un señor mayor, Daniel, que vendía vinilos, equipos de audio antiguos y demás rarezas
electrónicas anticuadas. Daniel era un jubilado transportista que subsistía con la pensión que le otorgaba el estado. Vendía sus cosas en la feria, y cuando no estaba ahí, se encontraba siempre en su casa o en el cine universitario.
Me pagaba una mísera cantidad, que gastaba en la misma feria en verduras y frutas una vez que terminaba el turno. Fue allí, cuando el viejo Daniel me comentó de un programa radial que emitían una vez pasada la medianoche, era el de Alejandro Dolina.
-"A mí me hace reír mucho cuando lo escucho allá en casa"
Cuando ya dejé aquel trabajo en la feria, y tras pasar por unos cuantos otros, igual de deplorables, llegué a trabajar como cuidador de un parking en la zona de tres cruces. Cumplía el turno de la noche, cuando las sombras se desvanecen y de abajo de las piedras la oscuridad se hace una. Jugando con el dial de la radio que me prestaba el empleador, llegue a una emisora, que no recuerdo el nombre. Y allí se escuchaba su voz, y la de sus compañeros. Estaban dando consejos para buzos, aquellos exploradores del océano/mar. El resto es historia.
Me acompañó con su voz durante los dos años que trabajé cuidando que nadie robe los autos.
Hasta que soñé, ayer a la noche que un amigo de la infancia, asesinaba a Dolina en la puerta del teatro Metro. Con lágrimas en los ojos despierto, exacerbado, sin saber distinguir la realidad de lo imaginado, pensando, que la venganza, será terrible.