Relato 4
Medianoche, sus cuerpos mimetizaban un baile de puro contacto físico bajo una canción hipnotizante de Mazzy Star sobre el suelo apolillado de madera. Compartiendo el sabor anémico del filtro de los Marlboro red que utilizaban para jugar con el humo, pasando de una boca a la otra. Se mezclaba la estela con la danza cómplice que no lograba abandonar esas cuatro paredes que acorralaban al mundo, el suyo. La película de Lucrecia Martel que sé había quedado congelada casi que sobre el final desfila imágenes que sin sonido cargan con cierto delirio pero que no eran descartables. El la escuchaba hablar. Ella patea, en un arrebato eléctrico, el jarrón con las gladiolas que cae generando un estruendo excitante sobre los cuentos completos de Lorrie Moore. Y el se dedica solamente a observar la escena y sus detalles: la cerámica yaciendo en pedazos peligrosos, su expresión de sorpresa, el ruido de los autos que no los dejan quedarse solos, las imágenes que generan enfermizas mescolanzas de luces y patrones difíciles de adivinar. Salivas que ya son una misma molécula compartida en la diéresis poética. Un vals demenciado sobre los desafines bailables y sin miedo. Tropezaron de nuevo, cayendo sobre sus cuerpos. El de ella perfumado, el de el con sed. Su remera se desliza por la espalda a la vez que los labios comienzan a aburrirse del trabazón húmedo de los unos con los otros y se quejan demostrando rajaduras y resabios amargos, buscan algo más. Ya no logra identificarse un cuerpo del otro, son lo mismo, la misma masa descubriéndose a sí misma en el universo, perdida sin sentido. Se logran divisar unas manos que aprietan el colchón generando arrugas de placer en las sabanas. La música ya no se escucha. Un remolino revuelve y desacomoda todo, posicionándolo en un orden nuevo, distinto, infinitamente superior.
´´It's four in the morning, the end of December I'm writing you now just to see if you're better´´