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Mostrando las entradas de agosto, 2022

Hoy soñé que asesinaban a Dolina.

 Era un martes, temprano. Había una niebla indecorosa que no permitía respirar del todo bien. Yo caminaba, a ritmo cansado por CABA. Esa misma mañana, la muerte soñada de Dolina había atestado mis entrañas. Con diecisiete años conseguí mi primer trabajo. En un puesto en la feria de Tristan Narvaja. Trabajaba con un señor mayor, Daniel, que vendía vinilos, equipos de audio antiguos y demás rarezas  electrónicas anticuadas. Daniel era un jubilado transportista que subsistía con la pensión que le otorgaba el estado. Vendía sus cosas en la feria, y cuando no estaba ahí, se encontraba siempre en su casa o en el cine universitario. Me pagaba una mísera cantidad, que gastaba en la misma feria en verduras y frutas una vez que terminaba el turno. Fue allí, cuando el viejo Daniel me comentó de un programa radial que emitían una vez pasada la medianoche, era el de Alejandro Dolina.  -"A mí me hace reír mucho cuando lo escucho allá en casa" Cuando ya dejé aquel trabajo en la feria, y...

Piel destartalada (a un amigo)

  Aprietan amarillos rotos esos dientes Con el sol qué abraza en enero Latiendo esa voz etérea y caliente Que espero no sea tuya tras ese teléfono   Entre las baldosas picadas florece despacio Y la canción es un letargo que nos hizo daño Nitrato de amilo jugando con el vacío Cayéndose a pedazos, nadie sale vivo   Sí la droga dura Mermó el fuego joven de tu piel Llovieron deseos pendientes del cielo Tras esa pared   La cripta vacía y tus ojos perplejos Un sueño que anida en los espejos muertos Vas a descerrajar ventanas y puertos Soportando el viento caricias y otros intentos.   Abren las puertas oxidadas para machacar tu alma Caras omitidas sonrisas iluminando el cielo El pavor que se siente  vos no das crédito Y volves a la guarida  llorando y con miedo   Beretta del viejo en la mano Todo se marchita  pero eso es lo que ves. Volves a ese sexo  de un cuerpo esparcido Pupilas llamando ...

32.

  "No le tengo miedo a las agujas" dijo el poeta Masacrando el plástico Cuando el odio era bienvenido Despertando la rabiosa indecencia   Se descerrajó una puerta escondida Que había perdido de vista en la lúgubre estadía Pude atravesarla abrirme paso entre los sueños andrajosos   Crucé bordes sinuosos intentando alcanzar las maravillas perdidas   Miré a mis costados   un plato diáfano Saltando   irisaba la puta magia ilustrada Dejando entre ver un circunloquio maligno Cantado por un malevo y su acordeón de viento podrido.   Y no encontré lo que buscaba Nauseabundas emociones de miel cristalizadas Vi a un hombre en un local oscuro y polvoriento Que observaba todo sin poder decir nada.

Sin titulo

  Aquella tarde inhóspita y serena Me devolvió la vida Un gato naranja y vagabundo que lloraba contra una reja Una charla inaudible de dos jóvenes muchachas Un charco en la calle que cantaba cada vez que un auto decidía Hacerlo sonar Un delivery en su moto cargando con la espalda de su pueblo La mesa húmeda El secreto escondido