Balada sobre la desaparición de Bellinson Silva.
El perro ladraba y lloraba, ladraba y lloraba. Bellinson Silva fumaba despacio. Con los dedos trepados al pelo como una tarántula nerviosa, derramaba su mirada sobre casas y edificios. Indagaba en sus obsesiones, su pasado religioso producto de una rebeldía hacia su madre devota de otras creencias y un padre pseudo alcohólico, violento y con un apetito especial por mujeres jóvenes e inalcanzables. La casa en el campo, el viento alborotando las chapas patéticamente soldadas y el incendio del cielo al atardecer. Despega la camisa azul de su cuerpo y le regala un suspiro a quién estuviese atento a su alrededor. Estaba construyendo un cuento. Las palabras se iban enlazando: reflotaron, de entre el vapor de las baldosas flojas y pedregullos mutilados, hasta fundirse en oraciones y escenas. Despega el cigarro de su boca y al rozar las yemas con la barba de tres días, percibe que estas están comidas por el tecleo furioso en su máquina de escribir Olivetti color ceniza. El personaj...