Calidez en el ambiente infernal.
La araucaria, plantada en la vereda, llegaba con su alto y robusto cuerpo hasta donde me encontraba yo. Fumando sin ganas en el balcón de un sexto piso en un barrio sin nombre. Sus hojas se agitaban, recibiendo golpes de un enemigo superior que las obligaba a tambalearse, a bailar con el clima y el rumor de la noche. escupía agua residual de una lluvia pasada, directo a mis pupilas y a mi cigarro, que respondía a las agresiones soltando pequeños susurros, pero que eran fulminantes. Al entrar de nuevo a la casa, la noté quieta, desanimada y triste. Quería envolverla de calidez y sentido, así que puse a girar un disco de jazz, Stan Getz o Coltrane, no recuerdo bien quien era su autor. Preparé el ritual al cual iba a someterme en unos minutos, ordenando el despelote y lavando los platos ensangrentados por la salsa rosa. Arrojé los ravioles despedazados que sobraban en el plato, como cadáveres mutilados, a la basura. Tachado eso de la lista, continué por teñir de rojo intenso una cop...